Verdaderamente ocasiona estupor que el señor Gobernador de la provincia no reaccionara ante una sentencia que -tal ni la forma tiene- pronunciada por un joven magistrado que lejos de ser independiente e imparcial ha obrado en virtud de un mandato de obediencia debida. Su contenido es un triste émulo de los bandos militares de Aramburu, Onganía y Videla, cuyo comunicado N° 19 del 24/03/76 establecía penas de 10 años de prisión “al que por cualquier medio difundiere, divulgare o propalare noticias, comunicados o imágenes con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar la actividad de las FFAA, de seguridad o policiales”. Los editores debían enviar un juego por triplicado de sus ediciones a tirar, firmado por el Secretario de Redacción a los responsables de la Dirección de Difusión, quien las devolvía corregidas por el Jefe de Difusión de la dictadura. Fundadamente creemos que hemos retrocedido a los años de plomo pues el poder político convalida abiertamente censuras a la prensa, desarraigo de periodistas de investigación, persecución a jueces independientes, fomento de ausencias de organismos de contralor como Tribunal de Cuentas, Colegio de Abogados y de Jueces, Consejo de la Magistratura, inexistencia de leyes de ética pública y acceso a la información pública, impunidad de las estafas millonarias denunciadas por la Procelac a municipios, protección de legisladores procesados por tráfico y comercialización de estupefacientes, etc. En realidad nuestros gobernantes aprenden de sus maestros Javier y Karina Milei, Spagnuolo, Espert, que, con sus permanentes y cobardes ataques a la libertad de prensa y expresión, seguidos de agravios a los periodistas, pretenden ocultar sus oscuras conductas delictivas en cientos de casos: Libra, narcotráfico, coimas de medicamentos, etc. etc. Desgraciadamente, los cuerpos colegiados -electos por la voluntad popular- siguen y siguen en un permanente silencio, no obstante el descascaramiento de las paredes de nuestra cada más débil República; creo que ha llegado la hora de los fuertes pronunciamientos.

Juan Roberto Robles                    

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